La fortaleza de Diamantina
De todas las decisiones que los Guardas Grises nos vimos obligados a tomar durante los años de penuria, puede que la más difícil fuera la de abandonar la fortaleza de Diamantina. Se construyó como baluarte contra los engendros tenebrosos que escapaban de la Sima Abisal. ¡Era un símbolo de que habíamos hecho lo imposible por devolver a esas criaturas a las sombras a las que pertenecían! Mantuvimos el terreno a salvo de nuevas invasiones, pero con el amanecer de cada nueva era, el recuerdo de nuestro sacrificio se volvía un poco más tenue. El Acceso Occidental se había convertido en un erial y cada vez se hacía más difícil justificar el gasto que suponía mantener la fortaleza. No había más grifos que llenaran sus weyrs, apenas quedaban guardas que vigilaran sus almenas y los demonios que se colaban por el fino Velo ya habían asesinado a demasiados hombres y mujeres. Cada visita del guarda comandante dejaba más patente que Diamantina se había convertido en un símbolo de nuestra decadencia. Muchos decían que, aunque los engendros tenebrosos salieran de la sima, no tendrían a nadie más que amenazar que a los Guardas Grises.
De modo que en los albores de la Era Bendita, sellamos las poderosas puertas de la fortaleza. Dejamos que el viento y la arena erosionaran las grandes estatuas de los grifos y nos retiramos a Montsimmard con cierta sensación de pérdida y vergüenza. Recientemente regresé con una pequeña expedición para recuperar los suministros que habíamos dejado atrás y me sorprendió ver que seguía en pie. Los enanos nos trataron bien y sospecho que Diamantina resistirá mucho tiempo más. Sin embargo, si la orden decide regresar, creo que le resultará difícil resucitar este lugar. Por sus pasillos ahora solo vagan los espíritus y los recuerdos de aquellos que dieron sus vidas para protegernos de la oscuridad.
- Del diario de Veldin, guarda gris de Orlais, 8:18 de la Bendita