Las sombras de Minrathous
De Sheryl Chee
Sabía que a la magíster no le importaría que él acercara una silla, así que eso fue lo que hizo.
"Esta es una mesa privada...". Miró el uniforme arrugado, las botas con rasguños y el sombrero gris empapado por la lluvia. "...ser templario".
"No estaré aquí mucho tiempo", respondió.
La magíster suspiró. "Otra ronda, entonces." Llamó a un comerciante de atuendos oscuros chasqueando sus dedos llenos de anillos con rubíes.
Tarquin echó un vistazo a las cartas que le habían repartido: nunca habían sido utilizadas y tenían un borde de oro que le dejó las palmas llenas de manchas brillantes.
"¿No encuentras el brillo encantador?" Las monedas relucían en su visión periférica y se deslizaban por el mantel de seda roja. "Para eso estás aquí", dijo la magíster con una sonrisa sincera, "¿no es así?".
"¿Esa es tu apuesta inicial? ¿En una mesa con cartas bañadas en oro?".
La magíster levantó una ceja. "Es más de lo que ves en medio año, templario". Puso sus cartas boca arriba sobre la mesa. "¿Quieres más? Veamos si me gusta cómo juegas".
Tarquin reveló su propia mano y luego empujó un delgado libro al centro de la mesa. "¿Qué tal si subimos la apuesta un poco?".
"En serio, no sé qué es eso", dijo. Tarquin notó un pequeño gesto en el borde de uno de sus ojos.
"Tengo un contacto. La dama es muy inteligente y dice que contiene registros financieros del comercio de esclavos en el mercado negro". Tarquin se echó hacia atrás en su silla y se acomodó a la felpa de terciopelo tan fácil como aparece una sonrisa en la cara de un estafador. "Incluidas las transacciones con el culto venatori".
La magíster se rio. "Los venatori fueron erradicados".
"¿Eso es cierto? El magisterio todavía considera traición cualquier trato con ellos. La traición provoca el exilio de un magíster, la desposesión de sus títulos...".
El magister tocó su labio inferior con una uña laqueada. "Elegiste unas cartas interesantes". Su voz sonaba como una navaja contra la piedra de afilar. "Tal vez no te enseñaron correctamente las reglas de este juego".
"Creo que sé exactamente cómo se juega este juego".
La magíster arrojó el resto de cartas sobre la mesa. "Cartas altas y ases. Estás acabado, templario". Se puso de pie y se apoyó sobre él. "No podrás superarme con esa jugada". El aire crepitaba alrededor de sus puños cerrados: era el sonido de un mago reuniendo su poder. "Y no me amenaces en mi establecimiento".
Saltó una chispa, se oyó el silbido del lanzamiento de un hechizo y todo quedó sofocado. La mano de la magíster estaba suspendida en el aire, y su magia, contrarrestada.
Tarquin sonrió. "¿Estás seguro de que sigue siendo tu establecimiento?".
El magistrado miró por completo a la cara del comerciante por primera vez desde que lo llamó. "Tú... no puede ser...". Se tropezó. "La Víbora es solo un cuento".
Tarquin se metió el delgado libro en el bolsillo del abrigo. "Manipular el sistema solo funciona si jugamos según tus reglas". Se recostó en su silla y tocó su sombrero para saludar a la magíster. "La puesta de sol es hermosa en Minrathous. Quizá quieras disfrutar una mientras puedas".
"¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Oro? ¿Poder?”.
Tarquin sonrió. "Somos los Tevinter olvidados. ¿Qué queremos?"
Detrás de la magíster, el comerciante se puso la capucha. "Todo".