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CUENTA HASTA TRES

Una historia corta de STAR WARS™: Squadrons, por Joanna Berry

   

Respira.

Recuerda lo que te enseñaste a ti mismo cuando te reconstruyeron la primera vez. Respira contando hasta tres, aguanta, exhala contando hasta tres, aguanta la respiración y luego vuelve a empezar.

Recuerda la rutina. Recuerda aceptar el dolor en el cuello, el pecho y los brazos. Es una señal de que vives... por ahora.

Pero solo mientras aguante la rutina. Así que cuenta y respira, o muere.

***

Shen recobró la conciencia acostado boca arriba. Las luces de emergencia teñían las paredes a su alrededor de un rojo brillante y luego de un negro absoluto una y otra vez. Todo estaba en silencio. La explosión lo había arrojado contra un mamparo con tanta fuerza que había dejado una abolladura; Su casco, que normalmente funcionaba como sus ojos y oídos, debía estar dañado.

Respira. Oriéntate.

¿Qué sucedió?

Las piezas volvieron lentamente a su lugar. Se encontraba a bordo del carguero de clase Quasar Fire Exigente, asignado temporalmente a una misión rutinaria de reclutamiento antes que el resto del Escuadrón Titán. Shen regresaba de la cocina después del desayuno. Se había cruzado con dos jóvenes pilotos TIE en el pasillo, quienes dejaron de hablar mientras se acercaba y luego susurraron ferozmente cuando pensaron que se había alejado lo suficiente como para no escucharlos.

Lo último que recordaba después de eso era la alarma de misil entrante.

Ahora, esos dos pilotos jóvenes yacían muertos en el suelo cerca de su posición, con un reguero de sangre desde sus narices y oídos. Era de esperarse. El impacto se produjo lo suficientemente cerca como para matar a un hombre ordinario con solo la fuerza expansiva.

Pero Shen no era un hombre ordinario. No por completo; no después de que lo reconstruyeran tan a fondo y tan a menudo. La mayoría de los pilotos TIE no sobrevivían su a primer accidente. Shen había sobrevivido a todos. A un precio.

Se incorporo mientras sentía que los servos cibernéticos en su cuello, una vez roto, revivían y se introducían a través de los canales de su casco. No sentía dolor (se había entrenado para no sentirlo), pero sí una opresión en su pecho que lo distraía.

"Me estoy haciendo viejo", se dijo, pero la broma no ayudó.

La estática seguía sonando en el interior del casco hasta que, de repente, el resto del mundo volvió de golpe. Una alarma a todo volumen. Las vigas de acero crujían. El silbido lento de su respiración (tres, mantener, tres, mantener) seguía la rutina habitual. Y luego, al cambiarse al canal local del Escuadrón Titán, una sarta de maldiciones creativas y a todo volumen.

—... lame-Hutts, aspiranerf, pedazo... de... porquería... ¡Maldita sea! ¡Vamos!

—Vonreg —dijo Shen.

—¿Shen? —respondió la voz tras un forcejeo con algo—. Lo lograste... Cómo no. ¿Qué sucedió?

—Un ataque con misiles.

Vonreg hizo rechinar audiblemente sus dientes. —¿Aquí? ¡Se suponía que este sistema era seguro!

—Lo sé.

—Necesitamos llegar al puente de mando lo antes posible. Estoy cerca, pero la puerta del acceso central está atascada. Se escuchó el ruido de una bota de combate pesada que golpeaba una puerta.

Shen se puso de pie y, estaba a punto de responder, cuando un temblor recorrió el revestimiento de la cubierta. Sus implantes cibernéticos transmitieron el temblor con un detalle exquisito; su experiencia pintó una imagen vívida de lo que estaba por suceder.

—No hay tiempo —dijo—. La nave está acabada.

—¿Qué?

—La nave está acabada. Tenemos que irnos.

Vonreg nunca discutía los instintos de Shen. —Está bien, pero parece que perdimos los hangares de estribor. Nuestros Caza TIE están fritos.

—Un Segador, entonces. Vi uno en el hangar al extremo de babor.

Algo sonó. —Bien... Parece que la zona de babor no tiene daños. Si pudiéramos pasar esta puerta blindada...

—Ya voy —le dijo Shen.

***

El interior del Exigente era una mezcla terrible de conductos chispeantes, humo eléctrico, gritos de los heridos y órdenes de los oficiales. Shen se movió a través de él como se cruza una pesadilla: lo más rápido posible, pero nunca lo bastante rápido. Se detuvo solo el tiempo suficiente para encender la alarma de evacuación de la cubierta. Las luces rojas parpadeantes pasaron a un amarillo rápido, y las de evacuación se iluminaron a lo largo del suelo en dirección a las cápsulas de escape.

Shen las ignoró. Sabía adónde iba.

La puerta blindada al acceso central iba a ser un problema. Una viga había caído sobre ella, abollando la puerta en sus rieles. Desde el otro lado, Shen oyó que alguien gruñía con frustración como un nexu enjaulado. —¿Vonreg?

—¡Aquí!

Shen apoyó el hombro en la viga, probó el peso y la empujó a un lado sin dificultades; aunque la extraña opresión en su pecho se hizo notablemente peor.

—¿Apertura manual? —dijo.

—Ya la hice. No sirve de nada.

Shen estudió la puerta blindada, se agachó y metió los dedos en los asideros del borde. —Entonces vamos a levantarla. A la de tres.

—Está bien. Uno... dos...

En el "tres" de Vonreg, Shen levantó. La puerta rechinó en sus rieles, y la opresión en el pecho de Shen aumentó otra vez, pero la ignoró, metiendo sus casi dos metros de músculo, cibernética y obstinación debajo de ella para forzarla a elevarse. Una figura esbelta en un uniforme de piloto TIE se deslizó por la brecha; tan pronto como estaba despejada, Shen dejó caer la puerta con un ruido sordo.

—Buen trabajo —dijo Havina Vonreg, mientras se erguía y se desempolvaba rápidamente. Era de la mitad del tamaño de Shen, compacta como un detonador térmico, con una cicatriz que recorría su cabello oscuro medio afeitado. —Deberíamos... ¿Qué demonios...?

Señaló. Shen miró hacia abajo. Tres centímetros de duracero dentado sobresalían justo debajo de su clavícula. Un trozo de escombros debía de haber atravesado su armadura en la explosión. Eso explicaba la tensión: la sombra del dolor que no sentía.

—Olvídalo —dijo—. Primero la evacuación.

Vonreg miró el fragmento con inquietud, pero asintió con la cabeza. —Adelante.

El hangar del puerto estaba intacto pero hecho un desastre. El ataque del misil había arrojado los Caza TIE desde la zona de carga, dejándolos como una pila de cascos humeante en la cubierta. El Segador TIE, con perfil plano y lo suficientemente grande como para llevar un equipo de comando, estaba a un lado, probablemente en la cubierta por mantenimiento. La caída del ala de un TIE lo había arañado, pero parecía intacto.

Mientras corrían hacia allí, Shen sintió que otro temblor recorría la cubierta. Peor que antes. No había tiempo para buscar más sobrevivientes.

—Vonreg, apúrate —le dijo.

Vonreg se había detenido el tiempo suficiente para agarrar un casco del estante semicolapsado. —Estoy contigo. ¿Qué tan mal está?

—Catastrófico. Shen alcanzó el Segador, desacopló las mangueras de combustible y bajó la rampa. Vonreg corrió hacia el interior. La siguió, se abrochó el arnés en el asiento del piloto y ejecutó las comprobaciones para el despegue lo más rápido posible. Vonreg tomó la posición del copiloto y se abrochó también su arnés. —Listo.

—Un momento —repuso Shen.

Estaba acostumbrado a compensar la carga asimétrica de un Bombardero TIE. Aquel Segador estaba pensado para el despliegue rápido de tropas; despegó con solo un toque deshaciéndose del ala del TIE que casi lo atrapaba y luego atravesó como un rayo el escudo magnético del hangar.

Aceleró hasta situarse a una distancia segura a través de una nube de escombros que se desvaneció contra sus escudos. Pronto, el Exigente se volvió una gran punta de lanza gris en la distancia, ennegrecida por el fuego del misil y con el costado de estribor chisporroteando con electricidad. Unas pequeñas motas se alejaban de él: cápsulas de escape u otros TIE de evacuación.

Vonreg se estiró hacia delante en su asiento. Sus puños enguantados aferraron los apoyabrazos. —Mira eso.

Shen empezó a contar en silencio.

—¡Y nos dijeron que Nuvar era un sistema seguro! ¿Qué ha hecho inteligencia desde Endor, jugar zinbiddle? Cuando la capitán Kerrill se entere de esto...

Buuuuuuuuum...

Una luz blanca azulada y cegadora se expandió frente a ellos. Vonreg se tapó los ojos; Shen dejó que su casco compensara la luz. Cuando remitió el destello, el Exigente estaba dividido en tres partes que flotaban lentamente a la deriva. Del casco se desprendían secciones ardientes por momentos.

—Sobrecarga del reactor —dijo Shen.

—Había doscientas personas en ese vehículo —respondió Vonreg. Su rostro pálido estaba lleno de ira.

Empezó a trabajar en su consola. Shen observó cómo ardía el Exigente mientras dirigía el Segador con unos ligeros toques. Había visto morir demasiadas naves desde Endor.

—Ahí —dijo Vonreg. Sacó un mapa del sistema Nuvar. Una trayectoria trazada llevaba a la luna del segundo planeta. —Parece que los misiles vinieron de una estación de defensa en órbita. Aquí. Una estación imperial.

Shen se inclinó para ver. —¿Nuestra?

—Eso dicen los registros. —Al parecer, se la capturamos hace dos meses a las fuerzas rebeldes... o de la "Nueva República", como se llamen ahora.

—Mmm...

—¿Verdad? ¿Qué sentido tiene eso? ¿Por qué iba nuestra propia estación a derribar el Exigente?

Vonreg se quedó mirando las estrellas. —Tenemos que encargarnos de esto. Ir a la estación, subir a bordo y descubrir qué ocurrió. Pudo haber sido un sabotaje rebelde o un polizón o...

—Hay sobrevivientes. —Shen apuntó con la cabeza hacia los escombros y los destellos de las cápsulas de escape que se movían más allá.

—¿Y cuánto tiempo sobrevivirán si esa estación comienza a disparar misiles de nuevo? —preguntó Vonreg—. Por no hablar del resto del Escuadrón Titán. Si saltan ahora, serán emboscados por otra andanada. Perderíamos más gente que en Var-Shaa. Cerró el puño. —No. Esos sobrevivientes pueden esperar mientras nos encargamos de esto.

—No somos comandos.

Vonreg se volvió. —Mis hermanos murieron en un ataque como este —gruñó—. Una andanada de torpedos rebeldes, y la mitad de mi familia desapareció, en segundos, como si nada. Chasqueó los dedos. —Al demonio con el protocolo de la misión. ¡Abriré esa estación con mis propias manos antes de perder otro piloto así! Levantó la barbilla obstinadamente. —¿Eres mi compañero o no?

Shen la estudió. Estaba acostumbrado a la desenfrenada furia de batalla de Vonreg. Esto era diferente. —Bien.

—¿"Bien"?

—Bien. Estoy contigo.

Vonreg se acomodó, con su barbilla aún levantada. —Está bien, entonces. Me alegra escucharlo.

Sus ojos bajaron de nuevo al pecho de su compañero, donde sobresalía aún el fragmento de duracero. —Pero primero, debemos hacer algo respecto a eso.

Shen se encogió de hombros. —Necesita una bahía médica... o un mecánico. Puede esperar.

Vonreg negó con la cabeza, se desabrochó el arnés y entró en el compartimento de tropas del Segador, del que volvió a cabo de un momento con un botiquín. —Por lo menos toma algunos antibióticos, por favor.

Cambiaron de asiento. Shen se inyectó metódicamente los tres estimulantes que encontró en el botiquín y limpió lo peor de la sangre, mientras Vonreg ponía el Segador en su trayectoria. No dejaba de mirarlo a cada momento.

—Estás actuando como si eso no doliera —dijo.

—No duele.

—Vamos. Cómo no va a doler.

—Práctica. Shen tiró los inyectores de estimulantes vacíos y accedió a los controles del copiloto. Ya podía sentir cómo recobraban el equilibrio sus sistemas, orgánicos y de otros tipos.

Vonreg resopló. —Tenemos eso en común. Tú no sientes, luchas. Probablemente por eso nos llevamos bien.

Shen revisó su rumbo y su velocidad.

Al cabo de un rato, Vonreg dijo: —A mi hermano pequeño, Hedrian... no lo mataron los torpedos rebeldes. Lo que quedaba de él logró regresar a su hangar antes de que... —Sus manos se movían con cuidado en los controles, pero sus ojos se centraban más allá de ellos, en un horror muy recordado—. —Fue una mala forma de morir. Demasiadas personas en el Exigente habrían muerto de la misma manera.

—Pero no lo sientes —dijo Shen simplemente.

Viajaron un largo camino en silencio antes de que Vonreg contestara. —Si eres del tipo sensible, si lo eres, solo puedes resistir hasta cierto punto, antes de que te supere. Y cuando pasa, si quieres seguir adelante, debes encontrar algo, aunque solo sea un blanco. Lo que sea que te haga seguir adelante. Todo lo demás tiene que ser ruido. Para sobrevivir.

Vonreg le echó un vistazo por encima del hombro. —Si le dices a alguien que dije eso...

—¿Por qué iba a hacerlo?

—De acuerdo. —Se enderezó y dijo—: Vamos a arreglar esto.

Shen asintió.

* * *

Se acercaban a la estación, una pequeña sombra gris que se alzaba sobre su luna, cuando se disparó una alerta. Rápidamente se convirtió en un chillido creciente que ambos reconocieron de inmediato.

—La estación está apuntando sus misiles —dijo Shen. Y obligó al Segador a realizar una maniobra evasiva.

Vonreg frunció el ceño mientras observaba los sistemas de armas del Segador. —Se debió interrumpir el mantenimiento en el ataque. No tenemos contramedidas instaladas en la nave. Solo los cañones láser.

—¿Lo tienes?

Vonreg estudió los sensores; Shen esperó, sabiendo que tenía talento para estas cosas. La alerta volvió a sonar, pero esta vez era una advertencia. Misil fijando objetivo.

—Sí. —Vonreg miró hacia arriba—. Lo tengo. Si puedo disparar. Acelera para confundir a su sistema de apuntado. Necesitaré que nos inclines hacia estribor.

—Solo dime cuándo.

Shen los puso en rumbo directo a la estación y aceleró. Los sistemas de su casco captaban el misil que se acercaba a ellos trazando una tenue línea blanca a través de las estrellas. Los ojos de Vonreg estaban fijos en los sensores y su pulgar se cernía sobre el gatillo.

El misil ya era claramente visible, a solo cincuenta kilómetros de ellos. La ojiva que llevaba era lo suficientemente poderosa como para atravesar el casco de un carguero.

Treinta kilómetros.

Un TIE quedaría reducido a un montón de polvo brillante con tan solo un golpe. Ni siquiera Shen podría sobrevivir a algo así.

Quince.

—¡Ahora!

Shen inclino el Segador TIE con fuerza a estribor. Por regla general, los cargueros de tropas no están diseñados para moverse tan bruscamente como un bombardero; sintió que la superestructura de la nave crujía, pero no le importó, pues sabía de lo que la nave era capaz y podía llevarla al límite. Un segundo después, los cañones láser dispararon una ráfaga verde que destrozó el misil.

—Van a lanzarnos un segundo misil —anunció Vonreg.

Shen evaluó su trayectoria. El hangar de la estación era un tenue rectángulo azulado frente a ellos.

—¿Shen?

—Podemos llegar al hangar antes de que nos fije. Motores al máximo.

Vonreg transfirió toda la energía a la propulsión. Shen llevó al Segador a su máxima velocidad y luego activó los propulsores, lo que hizo que quedaron pegados a sus asientos. El casco de la nave se sacudió a su alrededor; la estación y el escudo magnético azul del hangar crecieron de tamaño frente a ellos a velocidad alarmante.

La alerta de misiles enloqueció.

Shen cortó la potencia justo antes de atravesar el escudo. El Segador TIE entró con fuerza al hangar; se escuchó un chillido agudo, claro indicio de que había rayado los mamparos de la cubierta, al tiempo que dispersaba una pila de cajas y patinaba de un lado a otro hasta detenerse justo al otro extremo.

Vonreg dejó escapar un largo suspiro. —Realmente lo logramos. Su mano golpeó la palma extendida de Shen. —Buen aterrizaje.

—Gracias. ¿Y ahora?

Vonreg sonrió con malicia. —Ahora encontramos a los que nos dispararon y conseguimos un poco de venganza. Se dirigió al casillero de municiones del Segador y sacó un bláster para cada uno. —Es una estación pequeña. Probablemente no haya más de media docena de tripulantes.

Shen miró el bláster un momento y luego se lo acomodó en el cinturón. —Más que nosotros. Mantente alerta.

Y con esto, se dirigieron hacia la rampa de carga. El hangar era un desastre de cajas desperdigadas; el Segador había dejado un surco profundo en la cubierta. Aparte del sonido de sus motores de refrigeración, todo estaba tranquilo.

Al acercarse al elevador de acceso al hangar, Shen chasqueó sus dedos y le indicó a Vonreg el panel de acceso iluminado. Ella lo miró e hizo un gesto de urgencia: "está bajando".

Tomaron posición a ambos lados. Momentos después, el ascensor se detuvo. Se abrieron las puertas.

Del interior salieron dos figuras vestidas con uniformes grises y blancos. Caminaron hacia el humeante Segador TIE y se miraron entre sí. —Al menos, los sensores no estaban fallando. Pero qué...

El disparo del bláster de Vonreg impactó en la parte trasera de la pierna a la figura de la izquierda, quien cayó gritando y tomándose el tendón. Mientras el otro se giraba y buscaba su pistola en la cadera, se encontró con el puño de Shen que venía del otro lado como si fuera un ariete. El golpe envió tres metros hacia atrás a la segunda figura, que colapsó y cayó en la cubierta, aturdida.

Vonreg se colocó sobre su objetivo. —Cuando intentes matar imperiales —le dijo—, asegúrate de terminar el trabajo.

—¡Espera! Agh, espera, por favor...

Shen se acercó a la segunda figura y la alzó con facilidad por el cuello. Esperaba un endurecido comando de la Nueva República. El rostro joven y aturdido que encontró pertenecía a un muchacho de piel verde con un mechón de cabello oscuro mal recortado que apenas parecía tener edad suficiente como para afeitarse.

Detrás de él, Vonreg maldijo con violencia. —Shen...

—¿Ajá?

Le mostró la insignia en el hombro del joven que se retorcía a sus pies. Una insignia imperial.

—Son cadetes. Vonreg dijo la palabra como si la estuviera limpiando de su bota. —Nuestros cadetes.

Shen inclinó la cabeza.

Alféreces —jadeó el que se encontraba en manos de Shen—. Alférez Nicobar... Ese es el alférez Werrens...

—No me importa. Vonreg se acercó al rostro de Nicobar. —¿Quién está al mando? ¿Por qué le dispararon a un carguero amistoso?

—¡No lo sabemos! —jadeó Werrens mientras se agarraba la pierna.

—No es un buen comienzo —le advirtió Vonreg.

—La torre de control...

Shen dejó caer a Nicobar y lo arrojó al ascensor. —Muéstranosla. Ahora.

***

Subieron al ascensor hasta la torre de control, donde otros tres cadetes imperiales manejaban las estaciones. Cuando se abrieron las puertas, los cadetes se quedaron atónitos al ver que Werrens cojeaba; luego se alejaron rápidamente de Vonreg mientras esta se dirigía a la consola central y accedía a la computadora principal.

—¿Quiénes son y...? —comenzó a preguntar una de los cadetes antes de quedar sin palabras al ver el duracero ensangrentado que salía del pecho de Shen.

Shen la estudió y a los demás cadetes mientras Vonreg trabajaba. Sus uniformes estaban desaliñados; sus rostros, llenos de el miedo. No había señales de un oficial superior en ninguna parte. Esos cadetes eran un poco más jóvenes que los dos pilotos de TIE que había visto en la Exigente justo antes de que los misiles impactaran: llenos de vida y chismes en un momento, y muertos al siguiente.

Vonreg golpeó la consola central, lo que hizo que los cadetes saltaran al unísono, y luego se apoyó sobre ella como si llevara un gran peso sobre sus hombros. —Increíble. Se volvió hacia Shen. —Asignaron a estos idiotas a una estación rebelde capturada, pero nunca modificaron los perfiles del sistema de apuntado de misiles. Todavía está calibrado para dispararle a toda nave imperial que esté en alcance.

Las protestas no se hicieron esperar en la sala.

—¡No tenía idea de que el sistema estaba calibrado de esa manera!

—¡Nuestro oficial al mando nos dejó para buscar refuerzos!

—¡Sí! Dijeron que sería temporal...

—¡Intentamos enviar una comunicación! Nadie respondió... o el sistema está averiado.

—¡No es nuestra culpa! Werrens se acercó, cojeando. —¡Nos enviaron aquí directo desde la academia! ¡Dijeron que después de Endor necesitaban a todos los oficiales imperiales! Todavía no habíamos terminado las pruebas finales, pero nos dijeron que no debíamos cuestionarlos, estábamos listos, nos necesitaban...

Shen y Vonreg se miraron. Esto resumía la paradoja tácita de la lealtad imperial después de Endor: que, si bien su Imperio era, por supuesto, infalible, a veces era menos infalible de lo que esperaban.

—Lo sentimos —susurró Nicobar.

—¿Lo sienten? —replicó Vonreg—. Un carguero fue destruido, cientos de tripulantes murieron por un error que debieron detectar al primer ejercicio ¿y lo sienten? ¿Por qué no se limpian el trasero con esos uniformes imperiales ahora que están en ello?

—Pero nosotros...

—¡Cállate! —replicó Vonreg con un grito que retumbó en la sala—. ¿Sabes cuántas familias van a recibir esa holollamada hoy por su culpa? Demasiado pronto después de Endor y Var-Shaa... —añadió mientras ponía su mano en el bláster—. Maldita sea, deberíamos dar un ejemplo con todos ustedes. ¡Les ahorraríamos problemas a los rebeldes!

Los cadetes se apiñaron juntos. Shen se interpuso entre ella y ellos. —Vonreg. Toma un respiro. Cuenta hasta tres.

Sus ojos lo miraban fijamente, o eso parecía. Sabía que, desde su perspectiva, su rostro no era más que un casco TIE polvoriento y bastante deteriorado. —No irás a defender a estos inútiles, ¿verdad?

—Son nuestros inútiles —le dijo.

—Mira lo que le hicieron a la Exigente. ¡Y a ti!

—Ellos no mataron a tu hermano —dijo Shen.

Sintió que los cadetes se movían confundidos a su espalda.

—¿Y crees que no lo sé? —dijo Vonreg

—Lo sabes —replicó Shen—. Es hora de sentirlo.

El siseo de Vonreg evidenció su frustración: —¿Y entonces? ¿Simplemente se librarán de esto?

—No —dijo Shen—. Vivirán con la carga. Todos los días. Se golpeó el pecho. —Como nosotros vivimos con la nuestra.

La mirada de rabia de Vonreg se hizo más suave. —Odio cuando hablas con sensatez.

Su mano se alejó del bláster. Toda la sala pareció exhalar mientras marchaba hacia el ascensor. Shen fue tras ella.

—Eliminé los perfiles de apuntado —dijo Vonreg por encima de su hombro—. Intenten no estropearlo antes de que podamos enviar a alguien con un mínimo de sentido común para que se haga cargo.

—Espere —Nicobar salió tímidamente—. ¿Quiénes son? ¿Con qué escuadrón están?

Shen y Vonreg se detuvieron en la puerta. Por un momento, Shen pudo imaginarlos a ambos a través de los ojos de los cadetes: una furia marcada y un gigante ensangrentado y sin rostro.

—Con el Escuadrón Titán —respondió Vonreg—. Nunca entrarían en él.

—Pero aprenderán —añadió Shen mientras cerraba las puertas.

* * *

Dos horas más tarde, el Destructor Estelar Supervisor llegaba al sistema a la cabeza del resto del Escuadrón Titán. Vonreg se unió a la búsqueda de sobrevivientes de la Exigente. Después de reportarse, el líder de escuadrón de Shen, Grey, le echó un vistazo y le ordenó que descansara.

El médico en jefe del Supervisor fijó su mirada en Shen cuando entró en la enfermería. —¿Tú? ¿Otra vez?

—Yo, otra vez.

—Recuéstate. Buscaré a los droides de cirugía. El médico en jefe estudió el fragmento de duracero en el pecho de Shen. —De todos modos, los sistemas de tu torso necesitaban una reparación completa. Pero incluso quitarte la armadura va a dolerte. Trata de respirar hondo.

Shen asintió con la cabeza. —La vieja rutina...

—No es tan rutinario si seguimos teniendo bajas. El médico en jefe comenzó a prepararse y se acercó al aerosol de bacta. —Aunque puedas resistirlo, nuestros recursos médicos no... Digan lo que digan las transmisiones de propaganda. Así que, ya sabes. Ten cuidado.

Shen se sentó en el borde de la cama, pensando en lo que decía el médico. No solo naves, entonces. Los cadetes novatos de la estación, y otros cadetes imperiales por toda la galaxia, estaban siendo llamados a defender un imperio cuyos armarios están cada vez más vacíos.

—Guarda los suministros para otra ocasión —dijo—. Solo ponme un parche. Nada de reparaciones.

El médico sonrió con tristeza. —Por suerte para ti, las nuevas órdenes dicen que necesitamos a todos los pilotos que tengamos. Estoy obligado a recuperarte por completo. Ahora, recuéstate.

Shen lo hizo.

Respira para sobrevivir. Para que puedas sentir lo suficiente para vivir.

El Imperio está aprendiendo lo que tú ya aprendiste. La ira, la culpa y el dolor se agotan. Cuando se van, ves cómo te ha refinado el fuego. Aprendes a ver quién eres ahora después de que suceda lo peor. Aprendes si te queda suficiente para seguir adelante.

Y si no, aprendes lo que puede reconstruirte.

Los droides de cirugía se acercaron. Shen cerró los ojos y respiró hondo.

FIN

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